Oh lady, mistic baby


"Las obras exponen en un griego inspirado, cuasi frenético, que Dios es absolutamente incognoscible (un griego, Parménides, supo afirmar varios siglos antes que lo incognoscible -lo imposible de ser conocido- era la nada), inefable, nada puede decirse de él, nada que lo exprese, ni siquiera "que es", pues lo que es (y esto lo afirmó también Parménides) es sólo lo que puede ser conocido. Por ello, en rigor de verdad, deberíamos decir que Dios no es (Escoto Erígena llegaría a afirmar, bajo el influjo del Areopagita, que tal vez el mejor nombre para Dios sea el de "nada"...); Dios no es nada de lo que puede ser concebido o nombrado: no es espíritu, no es Padre, no es amor, no es belleza, no es bondad. Ahora bien, si con estos nombres queremos referirnos a esta realidad -que ni siquiera puede ser llamada "realidad"- podemos hacerlo siempre que y cuando tengamos en claro que nuestra intención es vana, inútil y destinada a un completo fracaso. Dios puede, en ese sentido, ser llamado "bondad" -pero tanto como puede ser llamado "gusano"-. La única relación posible con esa realidad es la unión. El hombre puede unirse a Dios, tornarse él mismo inefable en la "tiniebla" (ésta es una de las palabras que propone el Areopagita para nombrar a Dios) de la experiencia mística..."



Ezequiel Ludueña sobre Dionisio el Areopagita, autor anónimo cuyo nombre, como el de Dios para él, es en realidad apócrifo. El comentario se encuentra en el número de una publicación cultural que se ocupaba de repasar la historia de la psicodelia (aunque el mismo no se encuentra entre las notas dedicadas al tema), en el que nadie advirtió el contraste con esta fabulosa interpretación del misticismo que, lejos de los colorcitos flúo ácido, lo concibe como la tiniebla a penetrar hasta verdaderamente disolver el yo, siendo parte de la bruma que es Dios, si puede decirse que algo es.

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